AHORA ES DEMASIADO TARDE

Una de las tantas cosas que hacía Laura para distraerse fue sumergirse en Internet. La chica de las flores le recomendó el blog BUSCO NOVIO, pero ella se quedó enganchada con BUSCO NOVIA.

Escrito por Renato de 33 años, soltero y en busca de una novia, este blog parecía mucho más interesante, significaba sumergirse en el mundo de “ellos”. Sus penas, sus experiencias, sus roches. Un espacio para conocerlos, para saber que dicen ellos de ellas.

Un post llamó su atención “Ahora es demasiado tarde”. En este post Renato cuenta la historia de Miguel un pata que vivió un tórrido o mas bien tormentoso romance con Francesa. Una historia algo similar pero realmente el extremo a su situación.

Ella le lloró, farfullando algunas de esas clásicas expresiones que los hombres y mujeres arrepentidos usamos en nuestro desesperado e infructuoso intento por recobrar a la persona que estamos a punto de perder: “me he dado cuenta de que tú eres el hombre de mi vida”; “te juro que nunca más voy a volver a fallarte”, “sin ti mi mundo no tiene sentido”; “no podría vivir si me dejas”,
etcétera, etcétera, etcétera. (busconovia)
Helada, sí helada se quedó Laura. Pues aquellas frases trilladas que cuenta Renato se las dijo a él. Bueno tampoco exactamente así, pues ella reconoce que puede vivir sin él, que su vida sigue sin él, etc. etc. y todo el rollo que ahora (felizmente) esta en su cabeza; pero fue en ese momento que entendió la frialdad y la molestia que mostraba él ante sus sinceras, trilladas, pero sinceras frases.

Fue un día después del taller, que dictaban juntos, que Laura decidió hablar con él. Previa conversa con sus viejas y entrañables amigas del cole, un par de cervezas negras, llanto, incoherencias, iluminaciones y más llanto. Ella decidió hablar y soltar todo lo que tenía que decir, además claro está de las que ella considera terribles omisiones durante su relación.

Si bien era la segunda vez que hablaban sobre la pasada e inexistente relación amorosa, aún quedaban cosas por decir y aún rondaba en ella la esperanza de un volver.

Esperanza que sería inimaginable e insufrible en los días y las noches siguientes y los amaneceres y atardeceres posibles. Era necesaria esa charla para continuar y para quemar, cual Francisco Bolognesi, hasta el último cartucho.

Compró un chocolate, un yogurt de durazno como el que solían tomar en las mañanas. Se puso linda y escribió en una hoja lo que tenia que decir para no olvidar nada.

Terminó la sesión, y en la puerta previo beso de despedida le preguntó si podían tomarse unos minutos para conversar. Él se mostró cansado y dubitativo, ella no quiso insistir pero finalmente él aceptó.

Caminaron un par de cuadras, el recorrido había sido previamente estudiado por Laura y la conversación pauteada en un guión que yacía escondido en su bolso.

Se sentaron en unas bancas, que para mala suerte gozaban de excesiva iluminación, además del ruido de las bocinas, cláxones y motores de los autos, buses y camiones que pasaban alrededor del parque.

Empezó la conversación, calmada y tranquila ella empezó a enumerar una serie de situaciones y planes que no fueron mencionados durante la relación. Específicamente los últimos 6 meses del año y medio que pasaron juntos.

- Que si deseaba que vivieran juntos, que el miedo a su negativa entre otros miedos hicieron que no lo mencionara y que se ocultara en un quiero vivir sola cuando él ofreció su casa y un espacio en el armario para colocar sus cosas, cuando las cosas empeoraron en su casa y se hacía insostenible su presencia con aquellos extraños que eran su familia.

- Que si pensó y quería tener hijos, sus hijos (más adelante claro), pero que al entrar a las filas del feminismo se perdió en conceptos y pensamientos que aún no comprendía bien, como el aborto. Pues si bien, Laura, está de acuerdo con el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, no debió exigirle a él, en mas de una conversación o discusión que tomara posición frente a ese suceso. Pues no era su situación, pues se cuidaban mutuamente, y porque él en más de una ocasión hablaba de los niños o de la niña que quisiera tener en un futuro, un futuro con ella. Porque ella no estaba sola, porque él la quería y porque simplemente no era la situación o el caso, porque ella no era un caso de campaña a favor del derecho a decidir de las mujeres, pero sobre todo porque ella deseaba que él fuera el padre de sus hijos en un futuro.

- Que cuando él mencionó que cuando quisiera pasar su vida con alguien y ésta no quisiera casarse (cosa que Laura repetía incesantemente) él haría una fiesta; una gran y sencilla fiesta con amigos, y gente interesada para comunicar que con esa mujer quería pasar sus días, Laura no le dijo nunca que desde esa noche ella pensó en esa fiesta, en el vestido, en la comida y en como su abuela se esmeraría por preparar los aperitivos.

- Que cuando viajaron a ese país desconocido rumbo a mil y una aventuras, ella sabía que podía arriesgarse a muchas más y que no le molestaría atravesar continentes una y otra vez si fuera necesario.


Pero luego de esas confesiones el guión fue olvidado, el sentimiento abrumador y Laura simplemente dejó soltar además de lágrimas anhelos, deseos y planes aquellas frases trilladas que hoy vio y reconoció en Francesca.

Él que se había mostrado en un principio atento empezó a incomodarse, a cerrarse y a colocar una pared entre los dos, incrédulo ante la supuesta madurez de Laura.

Lo que continuó, lo que se dijo no tiene caso recordarlo es más quisiera olvidarlo.

Laura solo recuerda como se sintió y el rotundo “NO” que a través de los gestos, miradas y frases sueltas decía él, las que se resumen en un par de líneas del post de Renato:

Quienes hemos pasado alguna vez por el terrible rito de la contrición amorosa y hemos apelado a esas peticiones sabemos lo duro que es rogarle a alguien que se quede contigo y recibir a cambio tan solo una devastadora mirada de lástima, o una caricia de compasión o, peor, un tibio beso en la frente. (busconovia)
El texto de Renato fue una revelación, era demasiado pronto y tal vez demasiado tarde para esa conversación.

EL RITUAL

Lenta y decididamente con un pedazo de algodón Laura quita no solo los rastros de la crema limpiadora en su rostro sino también las penas, mientras se mira fija y detenidamente en el espejo.

Un ritual que día en día realiza se va haciendo costumbre, hasta que pueda, hasta que se acaben las cremas que le regalaron, o hasta que aparezcan nuevos y semejantes rituales.

Laura se mira en el espejo... trata de ver los cambios, que claro siente, pero quiere ver si se ve diferente.

El corte de pelo ayuda, la poca ropa que compro un día se shopping sola también. Las salidas sola, las visitas, ver una obra, ver una película, una exposición, el salir a comer sola, también y… ¿Las flores?

Aquellas gotitas salvadoras para muchos, que conoció hace años pero a las que no les dio importancia o por las que nunca se atrevió ¿Las flores?

Sí, las flores también. Ya va por el segundo frasco, ya van cerca de dos meses de meditaciones y felizmente, porque llegó a ellas antes que al psicólogo.

Terapia alternativa las llaman. Un tanto se pusieron de moda. Pero no fue esa la motivación para tomarlas. Las flores ayudan a Laura pero la ayudan porque ella se cuestiona, porque ella está en una búsqueda, ella va a su encuentro.

Las flores le permiten eso, eso es lo que ella siente, eso fue lo que le dijo la “chica de las flores” y eso es lo que encontró en las diversas páginas de Internet en las que investigó su efecto pues Laura siempre quiere saberlo todo para poder decidir. Es exigente.

Laura prefiere cuestionarse ella misma, responderse ella misma, y pasar por esta transición ella misma. No huirá, no correrá, no se esconderá, esta vez va a ganadora, esta vez sabe que puede y sabe también que los cambios o golpes no pueden durar toda la vida, sabe que se sobrepondrá a ellos, sabe que los vencerá, sabe que ese pequeño monstruo en el que se convirtió hace unos meses, el que huía de todo, el que se escondía y aislaba de todo no volverá. Laura simplemente no lo permitirá.

Laura se mira nuevamente... ya acabó el ritual. Mira sus ojos y sí, se da cuenta que cambió. Ella ve el cambio o el inicio de uno, ella ve una transformación, que los demás no lo vean, que los demás no lo crean, no importa, ella lo ve y eso es lo que cuenta.

EL COLECTIVO

En una de las tantas salidas para no pensar en él y retomar las riendas, Laura sale al encuentro de Gloria, una de las pocas amigas de años escolares que esta a su lado en esta transición.

Extiende el brazo y una humareda de polvo la traviesa. Sube y en su nuevo afán suicida no se coloca el cinturón de seguridad.

Empieza la charla, Laura es la única pasajera y por comodidad se sentó en el asiento delantero el auto, se convierte así en presa fácil para el chofer quien intenta, quien sabe por qué número de vez, proponer una aventura a la extraña y ausente pasajera.

Se escucha piropos sonrisas y preguntas. ¿Cuál es tu nombre?, ¿Trabajas?, ¿Haz ido a la playa?¿No pues no alcanza la plata?, ¿ Cómo crees que me va a mi?. Ante tanta pregunta Laura viaja con la mirada velozmente a su punto de destino.

Clacc!, subió un nuevo pasajero, quien mencionó a Laura la ausencia del cinturón. Mientras escuchando en segundo plano las locas insinuaciones del chofer con pasajero atrás, Laura miraba por la ventana, el sol caía y acariciaba su rostro, los recuerdos sus locas aventuras volvieron a su mente.

El viaje en coche en aquel país desconocido, aquellas aventuras insignificantes del día a día, y aquellas aventuras que ya no podrán ser. Laura trata de asimilar que él ya no está y que también siempre estará con ella.

Laura se pierde un instante en sus pensamientos...

Un fin de semana a donde quieras, tú me dices y vamos, ofertó el afanoso y pretencioso chofer. La playa, el campo o cualquier rincón fuera de Lima sonaban tentadores, claro que luego de sumergirse en sus pensamientos... Laura tenía en mente a otro acompañante.

Sentenció al chofer entregándole un sol y sentenció también así sus sueños despiertos, él ya no está, él decidió, él… él continúa, él se encuentra… él...

Rojo, el auto se detiene, Laura baja y continúa su camino a pie… No puede evitar una sonrisa debido a tal atrevimiento y proposición.

Laura continúa… continúa su búsqueda…. Laura simplemente continúa y sonríe.

EL PSICÓLOGO

Un lapicero y hojas en blanco. Sentada en el centro del consultorio a Laura se le encomendó una tarea, no podía salir de la sesión de ya casi dos horas sin haber culminado y llenado las columnas que el psicólogo, que estaba sentado frente a ella, le había ordenado.

"Dependencia emocional" era el diagnóstico, algo tan típico y común y algo para lo que no necesitaba necesariamente pagar cuarenta soles, bastaban un par de charlas con las chicas y un vino dulce para determinar la situación y la terapia.

Laura había decidido ya algunas semanas atrás a ese iluminador lunes ir a ver a un psicólogo. Sus fantasmas, sus moustrous y su falta de tino para resolver sus asuntos familiares eran señal de alarma. Ella había decidido de una vez por todas hacer algo, dar un paso y ver como son estas famosas sesiones que sus amigas ya en terapia le habían comentado.

Llegó puntual, es más, con 20 minutos de anticipación. Hizo su historia, pagó en caja y compro su bolsa de sparkis. Con lo que no contaba era con el resfriado del psicólogo, quien llego una hora y media tarde y con los rezagos de haber tomado antihistamínicos y mucha agua.

"Cuéntame tu problema" dijo el psicólogo mientras Laura se veía reducida en una pequeña sala en donde no estaba el mítico sillón para echarse sino un sillón no reclinable, en donde todo era blanco y en donde lo único colorido era el escritorio marrón y una computadora algo vieja. Ah! y la pizarra acrílica en donde se le explicaría a Laura su condición de dependiente y con gráficos.

Laura empezó a contar muy rápido claro pues su sesión era de una hora y quería respuestas ya. A medida que el psicólogo iba explicando su condición a la paciente Laura se erguía y no podía creer tal estado. Tenía sus dudas claro está, él se había convertido en su centro por las circunstancias, pero ¿Era para tanto?
El plumón azul trazaba en el soporte blanco las palabras, las relaciones de su condición.

Sí pasaba mucho tiempo con él, sí me aislé, sí lo absorbí, sí me lastimé, sí me duele ahora, pero... pero... yo no fui ni seré así... se decía Laura mientras el psicólogo le explicaba la tarea a realizar.

Dos columnas una con las cosas que la hacían dependiente, la otra con las cosas que no la hacían dependiente, el tiempo corre y el psicólogo quiere ver la hoja llena. No fue difícil para Laura hacer la segunda columna, pues ella era conciente de lo que le había pasado y que quería cambiarlo, es más se había dado cuenta que ya estaba haciendo esas cosas.

El correo electrónico y el número celular le fueron entregados a Laura, quien más tranquila sabía que iba por buen camino y que si bien había gastado cuarenta soles para que le dijeran algo de lo que ya se había dado cuenta; Laura había dado un paso, uno de lo que la llevarían a ese cambio, a tomar las riendas de su vida, a tomar las riendas de sus emociones y a dejar los impulsos reducidos a pequeños momentos en donde las consecuencias no serían catastróficas.

Laura se levantó, guardo el papel blanco continuo, se despidió y decidió no volver al psicólogo. Quien por cierto era lindo, pero quien ya no podía decirle más.

Laura salió, pensó y caminó hasta que se le acabara la bolsita de sparkis... o simplemente hasta encontrarse...

EL TIEMPO

Han pasado varias semanas desde que él decidió alejarse. Laura va y viene perdida en los recuerdos por momentos. Hace sus tareas pendientes, piensa en proyectos futuros, sale, se divierte, habla con sus amigas; regresa a la dinámica que había perdido hace ya varios meses atrás. Logra estar en muchas ocasiones atenta y motivada.

Laura despertó luego de haber permanecido durmiendo casi 6 meses, luego haberse aislado por 6 meses en donde ella se perdió, se convirtió en algo que hoy le es imposible reconocer.

La decisión que él tomó la desperto, la obligó a darse de las cuentas en poco tiempo de las cosas. La decisión que él tomó la golpeó, la revolcó en un sin número de cuestionamientos y reflexiones, en un sin número de conversaciones.

Laura se dio cuenta que se enamoró, y con eso se dio cuenta también lo que perdió.

Ella aprendió, ella cambió, ella valoró, ella no sabe que hacer ahora.... con todo lo que se le vino encima.... olvidar?? irse?? alejarse?? ignorar??

Olvidar, para qué no tendría sentido lo aprendido, no existe LACUNA IN, no puede sacar sus recuerdos y hacer como si nada pasó, ella nunca podrá olvidarlo.

Irse, para qué... él está marcado en su piel, en su adentro e incluso en sus sueños.

Alejarse, puede ser, pero no quiere, no puede, lo harán con el tiempo, pero eso ni ella se lo cree.

Ignorarlo, no sería justo, no puede... ignorar el snetimiento encontrado, el amor, la capacidad que encontró; simplemente no puede. Porque por más que le duela ese sentimiento está ahí... y solo dios o el universo sabrán hasta cuando...

El tiempo dirá dice Laura, el tiempo curará... el tiempo... el tiempo... el tiempo

EL DESAYUNO

Como cada mañana Laura se despierta con lo ajetreos de la mañana. Molesta por tener que despertarse a pesar de no tener responsabilidades hace lo de siempre:

1. Se despierta.
2. Se echa las gotas de las flores.
3. Prende la computadora.
4. Abre sus cortinas.
5. Abre su ventana.
6. Prende su celular.
7. Se conecta al Internet.
8. Revisa si tiene mensajes o llamadas.
9. Piensa en él.
10. Trata de distraerse.
11. Chatea con amigas.
12. Busca chamba por correo.
13. Piensa en él.
14. Trata de no pensar en él.

Como es usual no tiene hambre en las mañanas. Su desayuno eran dos vasos gigantescos de medio de litro de agua. En el mejor de los casos un pan o un vaso de yogurt, pero esto era en el mejor de los casos.

Un día una amiga virtual le pregunto sobre el desayuno, comida fundamental y vital según especialitas y cualquier mamá para tener energía y poder desarrollar la mañana.

Laura como siempre responde, es que no tengo hambre. Cuando tengo como. Al sentenciar su vida alimenticia mira lentamente hacia la ventana en donde unos containeres colocados estratégicamente la saludan. Respira y trata de no pensar.

¿Por qué Laura no come? ¿Por qué la terca necesidad de ver siempre a la ventana para tratar de no pensar? ¿Porqué la necesidad de mirar al cielo, a las nubes, pidiendo con los ojos marchitos algo que no será concedido?

Laura extraña, Laura se marchita. Laura recuerda aquellos desayunos de a dos. Pan con mermelada, queso, leche, cocoa o té. Los platos en la mesa, las tazas desiguales, la corteza del pan sobre la mesa y su sonrisa. Sí, su sonrisa, la manera de cortar el pan, la manera de colocar mermelada con mantequilla sobre la mitad de un pan y remojarla en una taza de leche fría.

Laura no tiene hambre en las mañanas, porque eso le recuerda a él. ÉL quien se quedo marcado en su piel y en sus ojos. ÉL a quien ama con locura y ahora en secreto. ÉL a quien no sabe como le hizo para que dejar de quererla. ÉL a quien extraña en todos sus sentidos, en todos lo momentos en cada futuro recuerdo.

Laura no tiene ganas de tomar desayuno porque su compañero no está. Laura está incompleta, sabe que siempre lo estará, sabe que se equivocó y que no será igual. Sabe que el amor es un sentimiento grande que hizo que se diera cuenta d emuchas cosas... pero también sabe que se dio cuenta tarde y que desde ese día está incompleta.