Intensamente bajo la piel

Habían pasado varias semanas desde aquella noche. Varios encuentros por la dinámica de la rutina, silencios, miradas y despedidas. Hasta que Laura decidió armarse de valor y aclarar o más bien entender lo que había sucedido y podía suceder quería que sucediera.

Es recurrente que Laura vuele años luz en sus pensamientos, y esta dinámica de "hacer que nada pasó y ver que pasa" la había, según sus palabras, "destruido" años atrás (ella siempre tan intensa). Así que prefirió hacer algo diferente, y ya que el café que él había prometido nunca llegó, y ante las semanas que transcurrieron sosteniendo la incertidumbre, se dio cuenta de algo: ella podía cambiar esa situación si tan solo daba el paso y hacía la propuesta. Y cuál clavadista amateur se lanzó, felizmente había agua en la piscina y el entrenamiento de los 4 años en stand by le sirvieron.

Se encontraron y fueron a comprar algo para beber mientras conversaban de los proyectos de cada uno, alargando la conversación sin llegar a esa "parte". Era interesante como a pesar de hacer como si nada pasara (como sentía Laura) podía sentirse tan cómoda y en confianza, se sentía tan honesta en sus expresiones como si no hubiera nada que ocultar o proteger, como si él le diera seguridad o más bien como si ella, sin darse cuenta aún, hubiera aprendido a que nadie, tan solo ella, podía lastimarla; así que simplemente se entregaba, se había entrenado para eso.

La contradicción, también, es algo recurrente en Laura, así que no se percato de éste aprendizaje mientras conversaban; ella creía que era parte de su contradicción recurrente.

De pronto y mientras tomaban algo, ella sólo agua (aunque en realidad hubiera preferido una copa de vino para tomar valor) le menciono desde lo más profundo de su ser y con el corazón abierto como se había estado sintiendo, sin máscaras, sin aparentar, ella le contó como había buscado formas de entenderse, sí, entenderse, en todo lo que se desató asumiendo su responsabilidad y dejando entre ver la de él. Para Laura era imposible no ver que todos somos responsables de los que nos pasa y de lo que sentimos, de lo que co-creamos.

Ella le contó los ejercicios que había utilizado para esta tarea, la silla vacía, el focusing, y cuanta herramienta había aprendido para resolver o investigar cada aspecto que se desató de la caja de Pandora aquella noche. No le importó mostrar su "locura" o "neurosis por resolverlo todo" era ella y quería mostrarse por primera vez tal cual, haciendo caso a los señalamientos de su terapeuta.

Él escuchaba, sabía que necesitaba ser escuchada. Cuándo terminó la diatriba y empezaron las preguntas que él respondía una por una, ella iba entendiendo y desarmando cada historia creada luego de esa noche. Es el precio de sincerarse, se dijo a sí misma. 

Las palabras iban digiriéndose, la noche dibujándose con trazos firmes y el NO se hacía cada vez más presente y real. 

No necesitó decir más o hacer su propuesta, aunque sus cuerpos coqueteaban entre sí y las miradas se buscaban, Laura había obtenido respuestas y era lo único que necesitaba esa noche.

Siguieron conversando, Laura evitaba mirarlo a los ojos por más de 5 segundos (podía resultar peligroso... se conoce) y personificaba todo lo que le contaba, hasta que llegó la hora de despedirse. No había más que hacer o decir.

El ofreció pedirle un taxi, ella desistió, "es mi forma le dijo", él no insistió y aunque propuso acompañarla a tomar su auto, ella lo detuvo y él convenientemente aceptó. Pero ahí iba Laura una vez más ocultado y evitando pedir lo que quería, no permitiéndose experimentar algo por primera vez.

Se dieron un fuerte abrazo que duró apenas unos segundos recuperando cada uno algo de sí. Y salió de ahí sin mirar atrás.

Mientras caminaba las 4 cuadras que necesitaba caminar para asimilar lo sucedido (había desarrollado ese mecanismo para asentir e integrar todo, desde hace varios años) se iba despidiendo de las expectativas y a la vez reconociéndose el haber dado ese paso, el haber puesto fin a la incertidumbre, a lo no hablado, al  "a ver que pasa".

Y aunque Laura no logra entender del todo porque le sigue atrayendo o teniendo estas ganas de acercarse y tocarlo, (tengámosle paciencia) es consciente de que no siempre lo que uno quiere es lo que se necesita, es consciente de que no siempre lo que uno quiere se es dado.

Y mientras camina y va sintiendo como se va calmando y aterrizando lo que está bajo su piel y nadie puede ver o sentir, se siente liviana y, a su extraña manera, feliz.




Acompañando el alma

Hay que sacarlo todo afuera 
Como la primavera 
Nadie quiere que adentro algo se muera 
Habla mirándose a los ojos 
Saca lo que se puede afuera