El juego

Y así fue, se encontró con el muchacho de ojos grandes, sonrisa encantadora y conversaciones de madrugada otra vez.

Luego de un par de conversaciones y silencios, luego de un poco de desconcierto, luego de dejarse de juegos tontos que le insinuaban sus amigas, juegos propios del romanticismos barato, entró en cuenta de que si no hacía nada ese posible encuentro no sucedería, y ya que no pedía nada a cambio y no perdía nada tampoco, decidió invitarlo a salir esta vez. Él aceptó.

Otra vez a caminar por aquel distrito conocido; subieron, bajaron, entraron, salieron, hasta volver a “el lugar”, tragos van, tragos vienen... esta vez una larga conversación para bajar el licor... luego... otra vez... en blanco, en negro, en blanco... juegos bajo las sábanas, lámparas a media luz, música, incienso, silencios, placer.

Laura no buscaba compromisos, no buscaba enamorarse; ya había tenido suficiente de eso. Lo que ella quería era dejarse llevar, aprovechar el momento, no cuestionarse, tener algo que no pudiera definir y qué mejor que con el muchacho de conversaciones de madrugada, a quien ella creía conocer o ya conocía al menos en su imaginación, en las letras en digital, en aquel mapa virtual que se trazaba cada noche.

Él se iba en ¿meses?, ¿semanas? No importaba. Eso era lo genial: una historia con fecha de inicio y de término; sin ataduras; sin pensar en qué pasará, en qué se hizo mal. Detenerse a pensar sólo en el día de partida, que ya tenía fecha y hora. Sólo ahí los protagonistas, llegado el momento, evaluarían el final, aunque éste ya estuviera pactado.

Miradas, sonrisas, roces, juegos bajos las sábanas, almohadas, sudor, respiración, palpitaciones, calor, placer, silencios, calor, placer, sonrisas, caricias, juegos, calor, placer, ¿conexión? Eso era lo que había encontrado con aquel muchacho o lo que quería encontrar. Con eso bastaba. ¿Y a él también?

Esto, esto, esto... era el llevar una situación, llevar el encuentro de dos personas que se juntaron por el destino o por ¿casualidad? al máximo y observar, hasta donde fluya (a ver que pasa). Una fascinación por lo desconocido irrumpía en su alma.

Esta vez una conversación antes de irse, comer algo, reírse, miradas insinuantes, un beso no en la mejilla y adiós. No hablar del asunto hasta que el próximo encuentro se produzca o simplemente no hablar de eso, continuar en silencio cómplice las conversaciones, continuar aquel juego del que sólo ellos sabían las reglas.

Mientras, pasaran los días, ella se permitirá pensar en él, imaginarse con él, en él... y luego... a la rutina, a los horarios, a los sueños tontos, a pensar en el quehacer, a ordenar la otra parte de su vida... hasta que suceda el tercer encuentro...

Ella no pedía nada a cambio, había fecha de termino y eso era genial, se sentía muy bien ahí, con él bajo las sábanas, abrazándolo, tocándolo, acariciándolo, respirándolo, sintiéndolo, entregándose sin pensar por ese par de horas infinitas, sólo por el y hasta el tiempo pactado: noviembre.

Aquel muchacho de ojos grandes, sonrisa encantadora y conversaciones de madrugada, aquel que le dibuja una sonrisa peligrosa en el rostro, aquel que tal vez no imagina que....

A ver que pasa.